Hoy día, en el diario Perú 21, entrevistan a David Galliquio, el artista que con sus dibujos da vida a Lito el Perro:
¿Dónde vive?
Tengo el orgullo de ser de Matute.
De ahí han salido artistas, como el grupo Del Pueblo Del Barrio.Sí. Hay pintores también. Ese barrio me ha alimentado de historias. Y también me ha protegido. Recuerdo que una vez estaba caminando por El Porvenir y vinieron unos patas a robarme, pero cuando les di a entender que era de Matute, me dijeron 'ya, barrio. Ta' bien'. Claro, si hubieran sabido que soy de lo más tranquilo.
De ahí han salido artistas, como el grupo Del Pueblo Del Barrio.Sí. Hay pintores también. Ese barrio me ha alimentado de historias. Y también me ha protegido. Recuerdo que una vez estaba caminando por El Porvenir y vinieron unos patas a robarme, pero cuando les di a entender que era de Matute, me dijeron 'ya, barrio. Ta' bien'. Claro, si hubieran sabido que soy de lo más tranquilo.
Matute alimenta sus historietas.
Yo dibujo desde los 6 o 7 años. Desde pequeño me gustaba la soledad; entonces, yo tenía un amigo imaginario. Antes de inventar a Lito, mi mamá me llevó al cine -antes uno iba a los cines de barrio, que ahora son templos evangélicos- a ver El zorro y el sabueso, una película de Walt Disney. Y no sé por qué me quedé tan enamorado del zorro, que cuando llegué a mi casa me puse a dibujarlo y dibujarlo. Me obsesionó. Pero, a medida que lo dibujaba, mutó en perro. Y yo quería un perro que hablara, como los malandrines del barrio; entonces, lo convertí en Lito.
¿Desde cuándo lo dibujaba?
Desde la secundaria. Pero en el colegio no lo podía dar a conocer porque tuve la mala suerte de caer en un colegio en el que cualquiera que dibujara era tenido como lorna. Yo tenía un amigo que lamentablemente era tenido como lorna, pero dibujaba unos robots espectaculares. Yo lo esperaba a la salida para conversar de dibujo, de historieta. Nos íbamos al Centro y nos retábamos a ver quién dibujaba mejor a Pizarro. Pero de regreso en el colegio, no hablábamos.
Qué feo.Sí. Si volviera a vivir ese momento, me comportaría de otro modo.
Qué feo.Sí. Si volviera a vivir ese momento, me comportaría de otro modo.
¿Cuándo dio a conocer su trabajo?
Recién en los concursos de historieta de Calandria, en los años 90. En uno quedé finalista. Y me sirvió de mucho porque supe de gente que dibujaba. Años después conocí a Markus y a Cherman. De hecho, un día llegó a mis manos el Crash Boom Zap y, cuando lo vi y leí estos cómics urbanos, sin ninguna censura, me puse como loco a buscar a los autores. Recién un año después logré contactarlos. El cuartel del Crash estaba en San Felipe. Todo el lugar estaba lleno de dibujos. Ahí se respiraba historieta. Y Cherman me dijo que quería a Lito. La primera tira se llamó 'Al mal tiempo, buena cara'. Después conocí a los hermanos Gonzales, que publican Carboncito. Ahí también publican al perro Lito.
Lito para en lugares inmundos. Incluso su casa está llena de ratas.
Yo he crecido en el Centro. A mí nunca me ha gustado pasearme en las zonas fichas de Lima. Prefiero mil veces, antes que estar en una banca del parque Kennedy, estar en el Rímac. Es que ahí encuentro historias.
¿Con qué se gana usted la vida?
No he trabajado en nada que tenga que ver con historietas. He trabajado como mensajero en varias constructoras, me mandaban a hacer trámites en municipalidades. Yo siempre cargaba mi agenda y al jefe le gustaba el detalle porque le gustaba el orden. Yo lo apuntaba todo. Y un día, en una especie de aniversario de la empresa, el ingeniero les dijo a mis compañeros: 'Deben aprender de Galliquio, que siempre carga su agenda y siempre está tomando apuntes'. Agarró mi agenda, la abrió y se dio con la sorpresa de que estaba llenecita de dibujos, de viñetas, de apuntes. Lamentablemente, me echaron. Pensaron que siempre estaba trabajando, pero la verdad es que me la pasaba dibujando.