17 June 2008

JUAN RAMIREZ RUIZ, EL ÚLTIMO ADIOS


A UN AÑO DE SU DESAPARICIÓN

En la sección cultural del diario La República, el día de hoy, aparece una crónica sobre la última vez que fue visto el poeta Juan Ramírez Ruiz en la ciudad de Trujillo. La nota reviste especial interés porque es escrita por la última persona que vio en vida al poeta y permite comprobar la imagen de abandono y soledad en la que estaba sumido desde que desapareció de su natal Chiclayo. Los dejo con la nota:

Las siguientes líneas editadas son parte de un extenso testimonio que se publicará en la revista literaria Arteidea. Las difundimos porque dejan en claro las circunstancias en las cuales Nivardo encontró y alojó al poeta, que cuando decidió irse se despidió diciendo: "¡Basta de homenajes¡".

–Pedro Escribano.

Según Nivardo Córdova, eran las cuatro de la tarde cuando lo vio en el cruce de las avenidas América del Sur y González Prada, en Trujillo. "Estaba parado en una esquina, mirando el infinito. Por respeto a su memoria, me reservo la posibilidad de describir al detalle su apariencia física, pero para una mayor comprensión del asunto debo decir que el poeta parecía estar en un estado de indigencia total", escribe Nivardo.

EL ENCUENTRO

"¡Juan!", le grite. "¡Hermano!", me dijo, y nos abrazamos. Yo me puse a llorar. Inmediatamente me dije en silencio: "¡Dios mío, es verdad que Juan está viviendo en las calles!". Mi esposa ni se había percatado y tuvo que retroceder unos pasos para recién darse cuenta de quién era el ilustre personaje que teníamos al frente: el poeta. "Estoy viviendo en las calles hace mucho tiempo", fue lo que nos dijo, señalando a la vez el enorme tanque de agua que se ubica entre el complejo deportivo y la cúpula de una iglesia del centro. Fue un encuentro emotivo, pero interiormente yo sentía una tristeza profunda, porque veía a Juan trajinado y cansado de tanta caminata, casi transfigurado en un "ángel reciclador de basura", vestido en harapos, con la piel de color oscura, por la tierra y el barro impregnados en su cuerpo, pues estaba realmente viviendo y durmiendo en la calle, a la intemperie. Observé que llevaba unos cartones dentro de la camisa, a la altura del pecho, para protegerse del frío. Tenía hambre y sed y portaba una bolsa plástica negra, en cuyo interior había algunos panes secos y un recipiente descartable de "tecnopor". "Ahora estoy aquí, triangulando arquitecturas", fue una de las frases que pronunció(...).
Nivardo cuenta que al verlo así con mucho respeto le propuso que lo acompañe a su casa. Allí su padre le advirtió del peligro de llevar a un hombre así, pero él les explicó quién era y contó con el permiso.

UN HUÉSPED INUSUAL

"Luego de que llegamos a mi domicilio casi a las 8 de la noche, lo primero que hicimos fue preguntarle a Juan si deseaba asearse. El poeta aceptó, así que calentamos agua y lo ayudé a desvestirse. Cuando el agua caía sobre su cabeza y la esponja lavaba su piel Juan decía: 'Gracias a Dios, gracias a Dios'. También lo ayudé a rasurarse, en tanto mi esposa hizo un atado con sus vestiduras viejas y las arrojó a la basura. Pudimos compartir con él nuevas prendas: un pantalón, medias, polo y una camisa, que se sumaron al gabán que en el trayecto le obsequió el poeta Jorge Segura, quien iba en bicicleta, y al explicarle que era Juan Ramírez Ruiz no dudó en obsequiarle su propio abrigo. No teníamos otro par de zapatos para ofrecerle, así que mi mujer tuvo el noble gesto de lustrar los que Juan llevaba, y que debían haber soportado cientos de kilómetros de dura caminata. Una vez bañado, nos dispusimos a cenar: avena con leche, panes y un 'calentado' del almuerzo. Juan estaba tranquilo, pero me preguntaba por su hermano José. No teníamos el teléfono de él, lo único que sabíamos es que ya no trabajaba como director del diario La Industria de Chiclayo".

UN LUGAR EN EL MUNDO

Esa noche Nivardo le cedió su cama y al día siguiente fueron a visitar al periodista Carlos Cerna, quien trabaja en una radio y quería entrevistarlo, pero Juan se negó. La tarea era encontrar un hospedaje para el poeta. Dicen que enrumbaron hacia donde Francisco Cabrejos, dueño de un hotel que ofreció hospedarlo.

"En ese momento crucial, Juan nos miró a todos con desconfianza. La habitación disponible estaba en el tercer piso, el dueño del hotel lo invitó nuevamente a que suba. Juan empezó a endurecer su gesto, y ante nuestra insistencia nos decía: 'Silencio, por favor'. Mi esposa le suplicó: 'Don Juan, por favor quédese aquí, ya no esté durmiendo en las calles'. 'Hija, ¡por favor, silencio!', le respondió. En esta escena, Paco Cabrejos era el más sorprendido y me miraba como diciéndome ¿qué sucede?".

BASTA DE HOMENAJES

"Transcurrieron varios minutos, en que le rogamos a Juan que se quede a descansar en el hotel. De pronto Juan nos miró a todos y gritó: '¡Basta de homenajes! ¡Me voy!'. Acto seguido se levantó del sillón en el que estaba sentado y se dirigió, ensimismado, hacia la puerta de salida. Lo seguimos por la vereda. Dobló por un pasaje y entró a la avenida Larco, sin voltear a mirarnos. Siguió caminando raudamente, mientras nosotros avanzábamos por detrás tratando de seguir la celeridad de sus pasos. Mi esposa y yo nuevamente lo llamamos '¡Juaaan! ¡Juaaan!'. Él volteó la mirada y nos hizo un gesto de despedida, casi de rechazo. Comprendimos que era inútil intentar persuadirlo, mucho menos coaccionarlo o retenerlo por la fuerza…"

(En la foto: Juan Ramírez Ruiz con el poeta Roger Santibañez en el Queirolo)