02 June 2008

EL PLACER DE INSULTAR


EL DELICIOSO ARTE DE LA AGRESIÓN VERBAL

¿Quién no ha sucumbido al placer del insulto? ¿Cuántos no hemos caído en el mórbido placer de la agresión verbal, ya sea para defendernos de algún ataque o para bajarle la moral a un enemigo? Y mientras más exqisito y sutil es el insulto mucho más placer sentimos al dirigir nuestros dardos sobre el blanco fácil de la agresión. Ojo, que no estoy hablando de los cobardes insultos anónimos y gratuitos que inundan la blogósfera, ah. Eso lo dejamos para los espíritus bajos y pusilánimes. ¿Y a qué viene todo esto rollo? Acaba de aparecer El gran libro de los insultos, de Pancracio Celdrán Gomariz. La nota se recoge en la sección cultural de La República:

Madrid.EFE

¿Le gustaría saber lo que significan voces como "guarripanda", "gandido", "dondorondón", "culichichi" o "viceberzas"? La respuesta la da Pancracio Celdrán en El gran libro de los insultos, que contiene unos 10.000 improperios y que demuestra que, "para insultar, no hay idioma como el castellano".

"La lengua española se caracteriza por la variedad y enjundia del léxico ofensivo y por su gracia y viveza. El insulto castellano es directo y rápido, audaz, como un tiro", afirma Celdrán en una entrevista con Efe.

SABORES Y COLORES

Su nuevo libro ofrece insultos para todas las situaciones, desde los destinados a "ladrones y maridos aparentemente engañados; chulos destemplados, soberbios montaraces, granujas disculpables o pobres hombres arrinconados por la vida", hasta los relacionados con la sexualidad, con el hambre o con los numerosos habitantes del reino de "los tontos, pícaros, mentecatos, bobos y truhanes".

En el campo semántico de los tontos moran "Abundio y Pichote, Cardoso y el cojo Clavijo, Perico el de los Palotes, Panarra y Pipí, el tonto de Coria, el del Bote y el de Capirote". Tampoco falta el pobre al que se le ocurrió asar la manteca o "el tonto bolonio".

El gran libro de los insultos. Tesoro crítico, etimológico e histórico de los insultos españoles tiene más de mil páginas y es la obra "definitiva" en este campo de Pancracio Celdrán Gomariz, autor, entre otros muchos títulos, de El libro de los elogios, Inventario general de insultos, Diccionario de frases y dichos populares o Hablar con corrección.

LOS DESCONOCIDOS

Hay insultos "desconocidos por completo", como "gandido", es decir, "muerto de hambre, desgraciado, hambriento y menesteroso que no tiene dónde caerse muerto".
En Canarias, "culichichi" se le dice al chismoso o a quien carece de importancia social. En Madrid se llamó "culuchiche" al cursi y también tuvo "el significado adicional de adulón y lameculos".
"Viceberzas" se empleaba en el siglo XIX para designar al secretario de un tonto o al que sirve a alguien más idiota que él. Ese término juega con el adverbio viceversa y es lo que Celdrán llama "un insulto de laboratorio".

Rodolfo Chikilicuatre no habrá ganado el concurso de Eurovisión, pero ha logrado dos cosas: que todo el mundo baile el chiki-chiki y que se haya puesto de moda la voz valenciana "chiquilicuatre", un insulto que ya era corriente en el XVIII y que significa "zascandil, don nadie, pelanaspoquita cosa".

La mayoría de las palabras ofensivas que se utilizan en España cobraron "vigor propio" en América. El gran libro de los insultos incluye algunos ejemplos ("cusca", "cojudo", "gringo", "guaje" y "guanajo", entre otros), pero sin ánimo de ser exhaustivos porque, como dice Celdrán, "solo para México se necesitaría otra obra como esta".

PROHIBIDO INSULTAR

México y Argentina son "los más ingeniosos a la hora del insulto", afirma Celdrán, quien en su extenso prólogo incluye una disposición laboral distribuida entre los empleados de una multinacional en Argentina:

"No se utilizarán voces y expresiones tales como 'carajo; la puta madre; me da por el quinto forro'. No se tolerarán tratamientos como los de 'hijo de mil putas; guanaco; mal parido; es una mierda; es una bosta'. La falta de determinación no será descrita como 'falta de huevos; cagón de mierda; pelotudo; boludo'"..., etc. Está claro que en esa empresa cuidan el idioma.

(En la foto: el autor y su obra)