En el diario virtual Siglo XXI de España, encuentro una entrevista al narrador Gabriel Ruiz-Ortega, autor de La cacería, realizada por Herme Cerezo. A continuación, algunas preguntas de la misma:
¿Qué es escribir para ti: una afición, una forma de vida...? ¿Eres un letraherido?
Es una forma de vida. Supongo que esto se debe a que siempre he estado rodeado de libros en mi casa. Y como suele ocurrir, el escribir es la extensión del placer que te genera la desaforada lectura, además, lo que más amo es escribir, siento un gran vacío cuando no lo hago. Y sí, soy un letraherido (me encanta esa palabra). Soy de la idea de que cualquiera que se dedique a este oficio tiene que serlo, me es inaceptable que sea lo contrario.
Cuéntanos un poco tus comienzos, el público español, tus futuros lectores, deben conocerlos.
Bueno, supongo que será como los inicios de todo el mundo. Empecé escribiendo para revistas locales, hacía reseñas, escribía artículos, crónicas, realizaba entrevistas a escritores, etc. Sin embargo, no poca gente creía que yo escribía poesía por el hecho de que un buen tiempo paraba bastante con poetas. Iba mucho a recitales de poesía, a bares y discotecas, matando la noche con toda clase de botellas de alcohol y demás estimulantes de ocasión. Y clandestinamente escribía prosa, bastante, de manera torrencial y desordenada. Y bueno, se dio la posibilidad de que se publique La cacería.
Sudamérica, Perú en concreto, parece un vivero inagotable de escritores. Tras el llamado ‘boom’ sudamericano de los años sesenta-setenta, ¿tú en qué generación de plumíferos te encuadras?
Los escritores del Boom siguen siendo insuperables, sigo muy de cerca lo que se publica en Latinoamérica. Si bien es cierto que hay obras importantísimas aparecidas en estas últimas décadas, es menester aclarar que estas no superan lo hecho por los narradores del Boom. Hasta que eso no ocurra, seguiremos siendo deudores de lo mejor que dio Latinoamérica el siglo pasado. Además, el Boom no solo fue importante para la literatura de esta parte del mundo, sino que fue clave para refrescar la temática de la literatura española, ¿qué sería hoy de la literatura española sin la influencia del Boom?, absolutamente nada de nada. Ahora, me siento bien y estimulado en la generación de nuevos narradores de mi país. Como nunca antes hay una camada que derrocha talento y formación, y eso que la gran mayoría recién tiene un libro publicado, y lo bueno es que el camino está trazado para que dentro de un tiempo se escriban obras referenciales. Solo es cuestión de esperar.
Detrás de todo escritor o antes de un escritor, existe un lector. ¿Qué lecturas nutren la mente y la vida de Gabriel Ruiz-Ortega?
Leo bastante, pero siempre hay libros a los que vuelvo porque me son necesarios no solo por factores literarios, sino también por fundamentadas razones existenciales. Me es imposible ver la vida si no releo cada dos años Las ilusiones perdidas, de Balzac; o Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais. Y están los libros que me han llevado a escribir, como El palacio de la luna, de Auster; Miedo y asco en Las Vegas, de Thompson; las sagas del detective Carvalho, de Vázquez Montalbán; todo Ellroy, todo Vargas Llosa, todo Pérez-Reverte; y autores necesarios como Bukowski, Fante, Aragon, Robins, Glez, Roth, Chandler, Kerouac. En fin, son demasiados, tampoco quiero mostrar un catálogo. Solo digo que un escritor no escribe de la nada, cada cual tiene un canon personal, este puede ser diverso, sin ningún hilo conductor, y uno sabe cuán necesarios son para sendos proyectos narrativos.
¿Cuál es tu metodología para escribir: planificas o te dejas llevar?
Planifico lo esencial: principio y final. Luego, me dejo llevar, además, en el mismo proceso pueden ocurrir cambios, pero estos no se dan si es que no tienes una idea general de lo que quieres contar. No sé, pero me siento incapaz de escribir cuentos, sencillamente no puedo, me es muy difícil. Por eso estoy convencido de que siempre escribiré novelas, creo que el mismo hecho de escribirlas es el mayor placer que pueda sentir. Además, hace un tiempo le escuché decir a Pérez-Reverte que uno no puede atreverse a escribir novela si es que no se conoce bien el siglo de la novela, el XIX. Conocer la novela decimonónica es fundamental, no sé qué hubiera sido de Joyce, Faulkner o Nabokov si no hubieran tenido un conocimiento cabal de lo escrito en el XIX. Imagínate, cuando lees las novelas de Faulkner y las analizas en conjunto no tardas en darte cuenta que estás ante un patente homenaje a La comedia humana, o sea, Faulkner renovó la estructura convencional de la novela partiendo de un conocimiento de causa esencial.