¿EN QUÉ ANDAN LOS ESCRITORES DEL 90?
El conversatorio estaba programado para las 9 p.m., en el local de Drama, una antigua casona barranquina de techos altos, al costado del Bar Mochileros. Tuvimos que esperar algunos minutos para poder escuchar la charla entre los escritores de la década del noventa: Enrique Prochazka, Mario Bellatín e Iván Thays; y, a decir verdad, la espera valió la pena, dado que el convesatorio fue todo un éxito, no solo por la importancia de los temas abordados, sino por la capacidad de convocatoria de Matalamanga: el local estaba abarrotado de gente; incluso, algunas personas escuchaban el conversatorio sentados en el suelo y desde fuera del salon.
Ante la pregunta de Ezio Neyra, quien estaba de panelista, sobre la existencia o no de una Generación del 90, el primero en tomar la palabra fue Enrique Prochazka, quien afirmó plenamente la existencia de esta generación, tanto por los puntos comunes que los agrupaba, como por las vivencias generacionales que les tocó vivir.
Por su parte, Mario Bellatín señalo que lo que definió a esta genereación fue el rompimiento con la generación anterior: sin proponérselo programáticamente, los escritores del 90 marcaron una ruptura con la forma de escribir y de pensar de la literatura precedente. Los narradores del 90, agregó Bellatín, no asumieron ningún tipo de compromiso social, el único compromiso que asumisos fue el compromiso "personal" con la literatura. Asimismo, señalo, que si bien es cierto habían cosas comunes que unían a los escritores del 90, su búsqueda literaria personal consistió en "acentuar" aquellos "rasgos" que lo hacían diferente a sus colegas de oficio.
En su intervención, Iván Thays afirmó que una de las puntos que diferenciaron a los narradores de su generación fue la preocupación por la escritura; es decir, esa fijación obsesiva por que las palabras expresaran "exactamente" lo que el escritor quería transmitir. Otra aspecto que diferenció a su generación, añadió Thayas, fue que se apartaron del realismo tradicional: ya sea en su versión urbana o indigenista, para emprender la búsqueda de un universo narrativo personalísimo y original.
Otra de las preguntadas formuladas por Ezio fue la reacción de la crítica ante los primeros libros de los autores convocados. Prochazka señaló que nunca había tenido problemas con los medios escritos ni con la crítica, que desde su faceta de escalador siempre había concitado la atención de los diarios, pero que eso no se traducía en el éxito de ventas de sus libros.
Por su parte, Bellatín afirmó que durante la década del noventa no existieron "críticos especializados" para poder entender lo venían realizando los narradores de aquella época. Los críticos calificaban las obras que aparecían tomando como modelo el paradigma vargallosiano: mientras más lejos estaba el autor de ese paradigma, peor calidad tenía el texto literario. Una revelación verdaderamente absurda y que denuncia la arbitrariedad de algunos críticos y reseñistas miopes y escasos.
Iván Thays se permitió contar algunas anécdotas, bastante graciosas, en su relación con la crítica, cuando publicó su primer libro. Recordó que cuando publicó Las fotografías de Francis Farmer, su primer libro de relatos, envió notas de prensa a todos los diarios, pero que ninguno le dio cobertura. Además, contó que el primero en realizarle una entrevista no fue precisamente un crítico literario ni una persona interesada en la literatura, sino más bien una crítico de cine, Fernando Vivas, para la revista Caretas. El interés de Vivas despertó por el personaje cinematográfico que había recreado Thays. Otra anécdota graciosa que relató Thays fue una "falsa entrevista" que le hizo Javier Arévalo cuando trabajaba para El Comercio. Cuando Iván se dio cuenta que nuca salió la entrevista, Arévalo le confeso, de buen ánimo, que nunca entrevistaba a los escritores jóvenes con el cassete dentro de la grabadora.
Lo interesante de la intervención fue el comentario sobre su relación con la crítica: confesó que en un inicio le preocupaba no tener cobertura en los medios, pero que, a la larga, esta situación, más que un agravio fue un mérito, dado que la crítica de aquella época, con sus interpretacines antojadizas y su viejo paradigma realista, no estaba preparada para poder analizar lo que se ha venido a llamar "ficción libre", que representaron tanto sus obras como las de Bellatín.
Al final del conversatorio, se le cedió la palabra a los presentes para que formulen sus preguntas; sin embargo tuve que abandonar la sala ante tanta pregunta necia de adolescentes que no sabían qué hacer con su incipiente vocación literaria.