"ME CANSE DE SER UN ESCRITOR CINÉFILO"
En la ultima edición de El Dominical de El Comercio, Enrique Sánchez Hernani realiza una entrevista al escritor chileno Alberto Fuguet. En la misma, el autor de Tinta roja se refiere a su vocación de escritor y a su actividad como cineasta. Además, hay una breve reflexión sobre la soledad de los creadores:
--Usted escribe novelas, cuentos, guiones, un blog, y a partir de Cortos como que las fronteras se diluyen. ¿Con la aparición de Road Story en comic, y con Apuntes autistas esto se reafirma?
--Quizá estoy diciendo (más que decir, son preguntas que me hago) que todo es frontera. Ese espacio fronterizo, híbrido, donde se cruzan géneros o países o intereses, me atrae. Mi impresión es que ahí es donde vivimos. Donde me he ido radicalizando es en intentar no sólo combinar novelas con periodismo, sino lo audiovisual con lo literario. Algunos me dicen que es imposible. El cine, sin duda, consume el tiempo literario. Que he puesto en jaque mi carrera por una suerte de crisis de mediana edad o hobby adolescente, puede ser. Pero la famosa pregunta que me han hecho de un tiempo a esta parte ya sé como responderla: si me obligan a elegir, me quedo con el cine, aunque eso implique no dirigir ninguna más por el tema costos. Me aburrí de ser un escritor cinéfilo.
--Aunque todo escritor apela a su propia vida para su literatura, parece que usted necesita exhibir al escritor Fuguet. ¿Le parece?
--La meta final de contar historias es que la gente crea que son confesiones. Confesiones del autor o del narrador o del personaje. Pero ni tanto ni tan poco. Claramente uso cosas mías o cercanas, pero no creo que necesite descubrirme ante el lector. No me siento un nudista. Al revés: lo que hago, ahora que me lo haces pensar, es abrir o explorar y revisar cosas mías o que me interesan. Pero es porque deseo hacerlo por mí, para mí. Ni siquiera siento que lo hago en público. Pero claro, los libros salen a la calle. Y se me olvida. No me debo a mi público. El lazo es más entre yo y yo. No lo hago porque necesito cariño o aceptación sino porque si no lo hago, me quedo pegado. No sé, tampoco lo tengo tan claro.
--¿Por qué le atrae el Hank Moody de Californication? La mayoría de los escritores no son así.
--Me cae muy bien, eso es todo. Envidio que haya estado casado y todavía tiene onda con Natasha McEnrole. Y claro: para nada es como la mayoría de los escritores. Pero sí capta algo que es cierto: uno no está todo el día escribiendo. Y en eso Californication triunfa. Se nota que hay escritores detrás de las cámaras.
--Sé que le agradó bastante La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro. ¿También hubo una solidaridad emocional con el libro?
--Me tentó el título. Me interesan los diarios, quizás porque no escribo uno. Y claro, sin solidaridad y complicidad no hay nada. Ni la mejor prosa, o las mejores ideas, pueden conquistar si no son capaces de enganchar con el autor. Eso ya lo tengo claro: más que detestar o no entender a ciertos autores, capto que no hay solidaridad, no hay amistad. Uno tiende a ser amigo no de los mejores sino de aquellos con los que puede conversar, reírse, apoyarse, confiar. Esos son los escritores que uno quiere leer.
--Escribir, leer, ver cine no requiere de hablar mucho con los demás. ¿Es usted apartado y solitario?
--Tu afirmación no la comparto. Parece que fuera así, es cierto, pero a la larga la gente que lee o ve cine y televisión, más allá que sea apartada o sociable, sola o muy conectada, es gente que le interesa la gente, la cosa humana. Están obsesionados o asustados o adictos a los sentimientos. Cada vez me topo con gente que no está interesada en la gente. Es gente sola y gente que pareciera que no está sola pero sí lo está. Esa gente ve fútbol, se alimenta de política o CNN, de Laura o los reality, de todo aquello que parece humano pero que no lo es. La gente que lee o ve cine o escucha música es gente que necesita de conexión.
En la ultima edición de El Dominical de El Comercio, Enrique Sánchez Hernani realiza una entrevista al escritor chileno Alberto Fuguet. En la misma, el autor de Tinta roja se refiere a su vocación de escritor y a su actividad como cineasta. Además, hay una breve reflexión sobre la soledad de los creadores:
--Usted escribe novelas, cuentos, guiones, un blog, y a partir de Cortos como que las fronteras se diluyen. ¿Con la aparición de Road Story en comic, y con Apuntes autistas esto se reafirma?
--Quizá estoy diciendo (más que decir, son preguntas que me hago) que todo es frontera. Ese espacio fronterizo, híbrido, donde se cruzan géneros o países o intereses, me atrae. Mi impresión es que ahí es donde vivimos. Donde me he ido radicalizando es en intentar no sólo combinar novelas con periodismo, sino lo audiovisual con lo literario. Algunos me dicen que es imposible. El cine, sin duda, consume el tiempo literario. Que he puesto en jaque mi carrera por una suerte de crisis de mediana edad o hobby adolescente, puede ser. Pero la famosa pregunta que me han hecho de un tiempo a esta parte ya sé como responderla: si me obligan a elegir, me quedo con el cine, aunque eso implique no dirigir ninguna más por el tema costos. Me aburrí de ser un escritor cinéfilo.
--Aunque todo escritor apela a su propia vida para su literatura, parece que usted necesita exhibir al escritor Fuguet. ¿Le parece?
--La meta final de contar historias es que la gente crea que son confesiones. Confesiones del autor o del narrador o del personaje. Pero ni tanto ni tan poco. Claramente uso cosas mías o cercanas, pero no creo que necesite descubrirme ante el lector. No me siento un nudista. Al revés: lo que hago, ahora que me lo haces pensar, es abrir o explorar y revisar cosas mías o que me interesan. Pero es porque deseo hacerlo por mí, para mí. Ni siquiera siento que lo hago en público. Pero claro, los libros salen a la calle. Y se me olvida. No me debo a mi público. El lazo es más entre yo y yo. No lo hago porque necesito cariño o aceptación sino porque si no lo hago, me quedo pegado. No sé, tampoco lo tengo tan claro.
--¿Por qué le atrae el Hank Moody de Californication? La mayoría de los escritores no son así.
--Me cae muy bien, eso es todo. Envidio que haya estado casado y todavía tiene onda con Natasha McEnrole. Y claro: para nada es como la mayoría de los escritores. Pero sí capta algo que es cierto: uno no está todo el día escribiendo. Y en eso Californication triunfa. Se nota que hay escritores detrás de las cámaras.
--Sé que le agradó bastante La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro. ¿También hubo una solidaridad emocional con el libro?
--Me tentó el título. Me interesan los diarios, quizás porque no escribo uno. Y claro, sin solidaridad y complicidad no hay nada. Ni la mejor prosa, o las mejores ideas, pueden conquistar si no son capaces de enganchar con el autor. Eso ya lo tengo claro: más que detestar o no entender a ciertos autores, capto que no hay solidaridad, no hay amistad. Uno tiende a ser amigo no de los mejores sino de aquellos con los que puede conversar, reírse, apoyarse, confiar. Esos son los escritores que uno quiere leer.
--Escribir, leer, ver cine no requiere de hablar mucho con los demás. ¿Es usted apartado y solitario?
--Tu afirmación no la comparto. Parece que fuera así, es cierto, pero a la larga la gente que lee o ve cine y televisión, más allá que sea apartada o sociable, sola o muy conectada, es gente que le interesa la gente, la cosa humana. Están obsesionados o asustados o adictos a los sentimientos. Cada vez me topo con gente que no está interesada en la gente. Es gente sola y gente que pareciera que no está sola pero sí lo está. Esa gente ve fútbol, se alimenta de política o CNN, de Laura o los reality, de todo aquello que parece humano pero que no lo es. La gente que lee o ve cine o escucha música es gente que necesita de conexión.