¿Qué autores determinaron tu forma de escribir y tu visión del mundo en tus inicios literarios?
Si me ciño sólo a mis inicios, diría que los escritores esenciales fueron Hemingway, Tolstói, Stendhal, Gógol y Lowry. Los cuatro primeros por su sencillez expresiva y por su sentido épico y sentimental. En el caso del autor de Bajo el volcán por razones opuestas: su intención introspectiva y la pulsión autodestructiva que lleva a un hombre a descender al infierno en busca de su ser. Naturalmente, como escritor, siempre me he inclinado por un estilo más conciso y directo, en el que ‘menos es más’ es el lema a seguir. El mayor novelista es, sin duda, Lev Tolstói, de quien he leído toda su obra narrativa . La guerra y la paz me sigue pareciendo la mejor novela del mundo. Y no por su monumentalidad sino porque, además de la aspiración por recrear un mundo vasto y complejo –la ‘novela total, según MVLL-, Tolstói posee el maravilloso don de escribir con una sencillez y efectividad que nadie ha igualado: sabe calar hondo con una prosa directa y simple que apunta a lo esencial. Lo admirable es que puedes abrir cualquiera de sus libros y parece como si hubiera sido escrito el día de ayer. Tales son su frescura y poder.
No lo sé. No soy la persona más indicada para dar consejos. Soy un escritor muy lento y moroso que los demás deben tomar por vago e improductivo. Ocurre que soy muy autocrítico y no me entusiasmo mucho con lo que escribo. Corrijo y rescribo bastante, con frecuencia demasiado. Y, todavía, de alguna manera, creo en la inspiración. Desde luego, no es que las musas me susurren en el oído, pero suelo experimentar extraños arrebatos del espíritu en los que puedo vislumbrar con precisión lo que voy a escribir: en esos momentos de coincidencia maravillosa lo que quiero decir y la manera de decirlo fluyen juntos. Por supuesto, al cabo de tantos años de ejercicio narrativo, poseo la técnica suficiente para pergeñar un relato coherente de un día para otro –si se me pusiera a prueba-, pero la literatura no se trata de eso (a menos que tus pretensiones se reduzcan a contar una historia con cierta eficacia), en todo caso para mí. Mi propósito es otro: quiero ser capaz, a través de la prosa narrativa, de asomarme a ese territorio extraordinario que he vislumbrado en mi imaginación, aquel donde suele pastar el unicornio. Finalmente, escribir es una vía para llegar a la verdad última de las cosas, a la razón de existir y de morir. En suma, escribir es un acto de revelación.
En cuanto a los aspectos prácticos, hasta ahora siempre me he guiado por el principio siguiente: si no vas a ganar dinero con ello, no vale la pena que te apresures por publicar. Los mejores cuentos son como los buenos vinos, a veces necesitan muchos años para adquirir pleno sabor y consistencia. Lo importante es desarrollar el oficio como un artesano y saber elegir las palabras que son decisivas para narrar tu historia. Y eso, claro está, sólo se logra a fuerza de escribir.
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