AFRODISIA
By: Max Palacios
Yo que crecí entre las bestias del bosque, en la jungla de cemento (lobo-hombre, hombre-maquina, maquina-espíritu, espíritu-animal), elevo mi verbo para proclamarte a ti, Afrodisia -la de los ojos esmeralda, la de hermosa cintura-, la protectora de mis más sórdidos pensamientos y mis deseos trasnochados. Elevo mis pensamientos para recordar aquellas noches de desenfrenada pasión en que junto a tu templo, allá en los límites del mundo explorado, descargaba la pureza de mi ser en un chorro de divino elemento que asimilabas con profusa avidez, llevándote parte de mí dentro de tu ser celestial y etéreo.
Recuerdo, también, aquellas tardes en que cruzábamos los charcos de lluvia empantanada, cogidos de la mano y llevados por el viento, encaminados a los umbrales del placer y los círculos enfermos de tu inmaculado cuerpo. Ah, cuánto extraño aquellas tardes en que embriagados con el aroma de tu cuerpo hacíamos saltar a las creaturas del prado. Oh, cómo deseo esas noches en que alucinados por la evolución de la Luna salíamos victoriosos de mil batallas emprendidas contra Dionisio y Príapo.