Leo en el blog de Iván Thays un interesante artículo sobre libros y bibliotecas y sobre la pesadilla que significa trasladar todos los estantes de libros al lugar al cual uno se muda. Y de esas pesadillas de las mudanzas puedo dar fe porque el año que pasó me mude hasta tres veces de un lugar a otro y lo verdaderamente escalofriante era el traslado de la biblioteca.
Aunque debo reconocer que tengo una biblioteca modesta (como producto de las donaciones que me obligaron a realizar cuando compré un nuevo departamento y no había mucho espacio para los libros), y, ademas, como resultado de los constantes saqueos de los que fui víctima en mi departamento de soltero por parte de mis amigos "poetas" y "narradores"; debo reconocer, entonces, que ahora no tengo muchos libros. Sin embargo, cuando me voy a mudar, debo pensarlo mil veces por el fastidio que provoca trasladar esos centenares de libros que de repente nunca más volveré a leer y que se apolillarán dentro de algunos años, ante el avance de los libros virtuales y las páginas literarias de la red.
En fin, a todo esto, un día una amiga me dijo: "¿Y por qué conservas tantos libros si ya los leíste?, ¿acaso los vas a volver a releer todos? ¡Regálalos a alguien que les sirva! Además, pesan como caballos".
Moví la cabeza de un lado a otro, pero tuve que reconocer que muchos de nosotros conservamos esos libros que nunca más volveremos a leer por puro fetichismo literario. ¿Qué se puede hacer?